Hojas de Muérdago

Lo Esencial

Lo Esencial

¡Ay!, volver a lo esencial, a la verdad simple y nuda, al mundo bello y real y a la palabra desnuda.

Decir que es verde una hoja igual que se dice un credo, y no querer saber más mirando al trasluz su enredo.

Decir “el cielo es azul” con los ojos muy abiertos, y con los ojos cerrados decir “azul es el cielo”.

Sentir rugosa la almendra y lisa de paz la uva, y no traicionar al tacto en la abstracción de la angustia.

Saciar con agua de lluvia la sed cordial de sapiencia, y ya no bajar la duda en los pozos de la ciencia.

Rapsodia de enero

Rapsodia de enero

I

Mujer, voy a decirte lo que es el amor. Y no voy a dormir. No podría dormir en esta noche de verano, con este puñal absurdo que tu mano de ninfa clavó en mi espalda desprevenida, ayer, mañana, ayer… y hoy. Un poeta apuñalado no puede dormir. Jamás. Un filósofo estoico, quizás. El filósofo insomne que habita en mí, quizás. Pero un poeta burlado. Mentido. Traicionado. Jamás… Jamás… ¡Jamás! Y no voy a dormir. En cambio, mujer mía. Amor mío. Traidora mía, a la que por amar demasiado, incité a la traición. Voy a escribirte lo que es el amor,...

Poema de la afirmación de mí mismo

Poema de la afirmación de mí mismo

También por mí la máquina del mundo que el soplo mueve por entre el vacío, también por mí la máquina del mundo tu voz conmueve.

También por mí derrítense los ríos al desfogado amor de la pendiente, y el ánfora del mar subsiste intacta sobre tu mente.

También por mí la rueca de los días hila la lluvia que cobija al campo y enlánanse por gracia los corderos de tu rebaño.

También por mí la nieve baja al mundo en místico ideal descendimiento y hasta el silencio ¡ay! quédase mudo ante el suceso.

También por mí la cuerna...

Poema a mi hijo Marcus

Marcus

Heraldo del otro cielo arcilla del verbo amar, tu nombre sala mis labios tu cuna mece mi hogar.

Saltaste de nuestra sangre cual pez que pare la mar, martillan las olas verdes un yunque de luna y sal.

Luciérnaga levitada que horada la oscuridad, hiciste de nuestra casa un bosque puro al entrar.

Por él se pasea descalza el alma de una mujer llevando los pechos llenos de savia para tu ser.

De líquido fuego blanco que un día nutrió el Edén y hoy preña a todo tu cuerpo de un albo y raro poder.

Por obra de ese milagro tu carne todavía es un poco...

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