“Hoy los empresarios no pueden pensar sólo en hacer buenos negocios. Es importante que asuman el compromiso social que les corresponde en su calidad de personas influyentes y con recursos. De hecho, es lo que está sucediendo en el mundo y también en la Argentina, por supuesto.” El que lo dice es el catedrático español Pedro González Trevijano, que visitó el país para participar en un congreso sobre la responsabilidad social de las empresas, organizado por la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, la Fundación Ortega y Gasset y la Universidad Rey Juan Carlos de España, de la que Trevijano es rector.

“Hay un cambio importante de mentalidad en los empresarios de los países desarrollados y en vías de desarrollo –afirma–, que puede advertirse, por ejemplo, en la donación de 30.000 millones de dólares que hizo Bill Gates. Cada vez son más las empresas que toman conciencia de que deben obrar éticamente, proteger el medio ambiente y no explotar a los pobres y a los niños.”

Pero González Trevijano aclara enseguida que el consumidor también tiene su responsabilidad, ya que su deber moral es boicotear aquellos productos que sabe que son confeccionados por adultos explotados o por niños de países subdesarrollados. Se señala el pecho y advierte, demorando las palabras: «Yo no hubiera comprado esta camisa si supiera que fue hecha por un niño paquistaní de ocho años que trabaja catorce horas diarias», y explica que en Estados Unidos circulan listas negras de las empresas que recurren a la explotación para fabricar sus productos.

Pedro González Trevijano es profesor de Derecho Constitucional. Es autor de numerosas obras, entre las que se destacan La mirada del poder La España constitucional Constitución española y Constitución europea .

-¿Cómo definiría de un modo simple qué es la Constitución?

-Yo destacaría tres cosas: la primera es que la Constitución establece las reglas del juego político. Fija el marco político de convivencia: ésta es la idea principal. En segundo lugar, para que una Constitución sea democrática tiene que preservar los derechos fundamentales de las personas y establecer un sistema de separación de poderes. Si no respeta los derechos ni divide los poderes, no se puede hablar estrictamente de constitución. Pero también hay que destacar que la Constitución es una norma jurídica directamente aplicable, la más importante del Estado, que obliga a los ciudadanos y a los gobernantes por igual.

-La confiscación de depósitos y las devaluaciones, ¿se pueden considerar violaciones al derecho de propiedad de los ciudadanos?

-La propiedad es uno de los derechos fundamentales desde la Revolución Francesa, que fue una revolución burguesa. Si bien se exaltó el ideal de la libertad, se asentó en el derecho de propiedad, porque es el derecho sacrosanto de la burguesía. Es un derecho defendible y respetable administrativa y jurisdiccionalmente. Claro que hoy la idea de propiedad no es la misma que la del siglo XVIII. La propiedad tiene hoy una dimensión social y cultural que antes no tenía. Ahora bien: para que una expropiación sea justa se tienen que dar dos circunstancias. La primera es que la expropiación se lleve a cabo por razones de función social y no por el capricho político de nadie, y la segunda condición es que haya una justa indemnización. En suma, el derecho de propiedad es uno de los derechos fundamentales y constitucionales más clásicos, pero, evidentemente, no es un derecho absoluto ni ilimitado. En el caso concreto que usted me pregunta, le diré que las medidas que establecen la indisponibilidad absoluta de los fondos de las personas es contraria al derecho de propiedad.

-LA ANULACIÓN DE UN INDULTO, ¿ES INCONSTITUCIONAL?

-La capacidad de indulto, con carácter general, corresponde a los gobiernos. Es una capacidad que se tiene de forma excepcional aunque no de forma arbitraria, de modo que debe ajustarse a determinados parámetros de legalidad y constitucionalidad.

-¿La Constitución de un país debe ser fácilmente reformable o conviene que sea una y la misma en el tiempo para que los ciudadanos confíen en su validez y los políticos no la manipulen con vistas a sus intereses personales?

-Una Constitución no debe ser algo rígido, sino flexible. Fíjese que la Constitución de Estados Unidos, a doscientos veintitantos años de su redacción, incorporó numerosas enmiendas, porque han ido constitucionalizándose derechos que no era previsible que existieran. Al mismo tiempo, el libre juego de las fuerzas políticas llevó a reescribir determinados conceptos de la Constitución. Hoy en día, todas las constituciones son susceptibles de modificación, porque deben poder acomodarse a los tiempos nuevos.

-Si, como reza un adagio latino, la proliferación de leyes es la corrupción de la República, ¿no puede suceder que la reforma indiscriminada de la Constitución conduzca también a la corrupción de la República?

-Así entendido, yo no lo creo. Lo que creo es que las constituciones, como todas las obras humanas, para que funcionen tienen que hallar un equilibrio entre la idea de estabilidad y la idea de cambio. Las constituciones no pueden ser pétreas, porque corren el riesgo de quedar al margen de la realidad social, pero también es cierto que es imposible tener en la ciudadanía un sentimiento de acatamiento a la Constitución si este documento no tiene cierta estabilidad en el tiempo. En cuanto a que la proliferación de leyes puede conducir a la corrupción de la República, no estoy de acuerdo. Pero coincido con los británicos en que lo mejor es establecer reglas claras, concisas, inexorables en su cumplimiento, y no dar lugar a una proliferación de normas que se dictan automáticamente y que nadie conoce.

-En España, ¿hay un sentimiento de respeto por la Constitución?

-Por razones de todo tipo, no hay en el ciudadano un sentimiento constitucional, algo que sí está presente en Alemania y en Estados Unidos. Claro que tampoco es bueno santificar la norma como si fuera algo intangible, pero es importante que los ciudadanos la tengan en consideración.

-Usted viajó a la Argentina para participar en un congreso sobre la responsabilidad social de las empresas. ¿Cuál es la situación de nuestro país a este respecto?

-Hoy se espera que las empresas no piensen sólo en lo económico, sino que asuman otras responsabilidades frente a la sociedad, como adoptar políticas y conductas de justicia social, proteger el medio ambiente, evitar que sus productos estén confeccionados por niños, pagar sueldos dignos, etc. Solamente el hecho de que Bill Gates haya donado 30.000 millones de dólares para constituir una fundación con fines altruistas demuestra que los empresarios modernos tienen una sensibilidad social que antes no tenían. Por su parte, las Naciones Unidas aprobaron hace unos años lo que se llamó un pacto en favor de la responsabilidad social de las empresas. La Unión Europea tiene un libro verde sobre el tema. En cuanto a la Argentina, hay mucho camino por recorrer, pero los empresarios ya tienen hoy un sentido más amplio de su responsabilidad social.

-¿Cuál es el modo de evitar que los empresarios exploten a sus empleados, tengan esclavos y no trabajadores, o a menores de edad trabajando en fábricas o talleres?

-Lo más eficaz es el boicot del mismo consumidor. En Estados Unidos hay grupos de consumidores con listas de empresas a las que no se les debe comprar nada. Cuando se detecta, por ejemplo, que un producto es confeccionado por niños paquistaníes de ocho años que trabajan doce horas diarias, la empresa que comercializa ese producto pasa a la lista negra del consumidor, y eso fuerza a la empresa a cambiar su política comercial. Hoy, a la ciudadanía le importa mucho qué venden las empresas y cómo confeccionan sus productos. Es una tendencia mundial que no va a tardar en imponerse en todo el mundo civilizado, la Argentina incluida. .

Por Sebastián Dozo Moreno
Para LA NACION

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