“Lo que los antiperonistas nunca entendieron es que si el peronismo se impuso en nuestra sociedad no fue por el «plato de lentejas», sino porque Perón logró que la nuestra fuera una sociedad más igualitaria,” Esta es sólo una de las afirmaciones polémicas de Catalina Smulovitz, actual directora del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella.

También afirma, al analizar determinados aspectos de nuestra sociedad, que muchos de los que piden “que se vayan todos” acaban votando, contradictoriamente, a los partidos tradicionales, lo cual impide que haya una renovación de la dirigencia política. Y opina que el debate sobre los planes de ayuda social Jefes y Jefas no debe girar en torno de si son adecuados o no, sino de la pregunta de por qué esos planes sólo alcanzan para dos millones si hay quince millones de necesitados: “¿Cuál es el criterio de distribución? Ese es el asunto, y no si esos planes atentan o no contra la cultura de trabajo”, dice.

Catalina Smulovitz es doctora en Ciencia Política, investigadora del Conicet y especialista en Sociología Jurídica y Ciudadanía. Trabaja el concepto de accountability social, es decir, «aquellas acciones de la sociedad civil destinadas a controlar la legalidad de las prácticas gubernamentales». Es licenciada en Sociología por la Universidad del Salvador, y a lo largo de su carrera ha publicado numerosas obras. Su más reciente publicación es: «Controlando a la Política. Ciudadanos y Medios en las Nuevas Democracias Latinoamericanas», coeditado con Enrique Peruzzotti.

-¿Cree que el ciudadano argentino se encuentra en una situación de desprotección con respecto al Estado?

-No se puede hacer una afirmación general. Indudablemente, en un país que ha devenido en una crisis social y económica como la actual, numerosos sectores de la sociedad quedaron fuera de todo tipo de protección laboral y social, pero no sería justo decir que todos están desprotegidos; es empíricamente incorrecto. Simultáneamente, hay que destacar que en áreas específicas han aparecido subsidios, transferencias, mecanismos de protección, que redujeron esa sensación que usted menciona. Quizás el punto no sea cuántos están desprotegidos y cuántos no lo están, sino cómo es que se transformaron hoy esos mecanismos de protección.

-Pero el ciudadano argentino común, ¿no se siente desprotegido, entre otras cosas, por el incremento de la delincuencia y por la impunidad de la que gozan los políticos en nuestro país?

-La desprotección puede significar muchas cosas, puede querer decir inseguridad, pero también incremento del desamparo social frente a problemas de salud y educación, y esto suele deberse a la ineficacia de las instituciones existentes para brindar el amparo necesario.

-A propósito de los subsidios, ¿cree que son otorgados desinteresada y humanitariamente, o esas dádivas tienen una intención política?

-Bueno, lo primero que diría es que cualquier país del mundo tiene políticas para distribuir los bienes que esa sociedad produce. En algunos casos, esas políticas pueden favorecer a determinados sectores, pero las transferencias hechas en nuestro país en favor de los desocupados fueron medidas fundamentales en términos de contención social. En el momento en que esos subsidios fueron otorgados, la sociedad y el Estado no podían desprenderse de su responsabilidad con respecto a los más necesitados, ya que la crisis era muy grave. Y no es algo que nos concierna sólo a nosotros como país, porque, de hecho, los mecanismos de contención social son una medida típica de la mayor parte de los países desarrollados frente al azote del desempleo. No, ni siquiera algo ajeno a las medidas adoptadas por Estados liberales frente a las situaciones de crisis.

– ¿Es natural que el ciudadano común, al ver las caravanas de manifestantes que moviliza el Gobierno con fondos del Estado, desconfíe de la ayuda social que se otorga a los sectores más necesitados?

-Se puede llegar a malentendidos con respecto a los planes sociales. En la argentina poscrisis, hubo distintos tipos de planes y transferencias para afrontar problemas en particular. Algunos de estos planes fueron masivos, porque el problema era masivo y, además, fueron implementados con gran velocidad dada la urgencia de la situación. En ese contexto de emergencia uno puede suponer que haya habido problemas en la forma en que se implementó la ayuda, pero las propias estadísticas de los organismos de crédito que aportaron parte de los fondos para este tipo de planes indican que, en realidad, la distribución fue correcta, y que quienes recibieron los subsidios fueron personas que cumplían con las exigencias del plan. Así es que el problema, en todo caso, puede ser otro: si había quince millones de necesitados, y dos millones de planes, ¿cuál fue el criterio para la distribución? Y no si los dos millones que lo recibieron no merecieran los subsidios. Entonces, la pregunta correcta sería por qué no hubo para los quince millones.

– ¿Cree que el otorgamiento prolongado de subsidios alienta la cultura del trabajo?

-Esta idea de que el subsidio está en contra de la cultura de trabajo es errónea. La pregunta hay que hacerla al revés: la alternativa de trabajo que se ofrecía, ¿era conveniente como para que se solicitaran subsidios? De hecho, hoy los subsidios bajaron porque hay más trabajo. Claro que los sectores que quedan afuera del mercado laboral por muchos años, después tienen grandes dificultades para reintegrarse a la sociedad, pero esto no es culpa del subsidio.

-¿Considera que el jefe de Gabinete cumple hoy con su función de balancear el poder presidencial?

-No, pero esto tiene que ver con la forma en que se distribuyen las mayorías en las cámaras. Lo que sucede es que los partidos de la oposición no han tenido la suficiente cantidad de bancas como para presionar sobre la figura del jefe de Gabinete.

– ¿Cree que la «ley de presupuesto» debería servir para limitar el poder del Ejecutivo?

-Se supone que la ley de presupuesto establece límites a los gastos, pero simultáneamente, hay muchas partidas para definir en su ejecución, por parte de la Presidencia. Quiero decir que debe haber una discrecionalidad sobre cómo debe ser gastado ese monto.

– Si una persona armada de un palo y con el rostro tapado, puede cortar una avenida con el amparo de la ley, ¿esto no daría derecho a un ciudadano común a pasar un semáforo en rojo y exigir no ser multado por ello?

-A ver. Ni el encapuchado con un palo debería tener la posibilidad de afectar el tránsito, ni alguien debería cruzar un semáforo en rojo. Pero simultáneamente, suele suceder que no estén abiertas otras vías de reclamo para las personas que desean manifestarse. Las alternativas no son la amenaza o la represión, sino que en el medio hay infinidad de caminos intermedios.

-¿Cuál es su opinión acerca de la crisis de representatividad actual?

-Por un lado, cuando se habla de esto en la Argentina, se menciona la distancia entre los votantes y los dirigentes políticos. Pero no creo que ésta sea la totalidad de la historia de la crisis de representatividad. Creo que votantes y políticos, en parte, no se reconocen, porque los partidos políticos tienen que decidir un conjunto de opciones que no puede satisfacer a todos los ciudadanos.

-¿A qué atribuye que el partido mayoritario, el peronismo, esté inspirado en un militar de conductas que fueron consideradas despóticas y demagógicas?

-El sociólogo Gino Germani escribió sobre Perón: «El dictador hizo demagogia, es verdad. Mas la parte efectiva de esa demagogia no fueron las ventajas materiales, sino el haber dado al pueblo la experiencia (ficticia o real) de que había logrado ciertos derechos y que los estaba ejerciendo». Lo que dice es que lo que el antiperonismo nunca entendió es que el peronismo no fue el plato de lentejas, sino la consideración a estos individuos, desposeídos como ciudadanos con derechos. .

Por Sebastián Dozo Moreno
Para LA NACION

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