41. creatividad ...El arte de escribir un cuento

(Entrevista del escritor colombiano Betuel Bonilla a Sebastián Dozo Moreno, aparecida en el libro “El arte del cuento”)

El racionalista Platón planteó en Ion, su diálogo de juventud —lo pensó para la poesía—, que en la creación opera algo así como la inspiración, es decir, un argumento claramente romántico. El romántico Poe, por el contrario, en su “Método de la composición”, plantea la tesis de la creación como algo sumamente racional, de puro oficio. ¿Cómo opera esto en tu creación, cómo concilias los dos elementos en el momento en que decides que vas a escribir un cuento?

A mi entender, la inspiración suele ser entendida muy en el sentido platónico de “manía” o posesión. Seguimos creyendo que inspiración es sinónimo de arrebato emocional o sentimental. Cuando lo cierto es que la inspiración es un estado de entusiasmo que suele tener su causa no en la sensibilidad sino en el pensamiento. Lo que excita la sensibilidad suele ser una idea, un argumento, o un proyecto de libro, de modo que la emoción es algo a posteriori y no el primer motor de la creación literaria. Inspiración es entusiasmo en un amplio sentido. Y el entusiasmo se sostiene y crece en tanto y en cuanto el escritor sepa mantener su mente fija en la idea germinal que lo movió a contar una historia, cualquiera sea.

Sin embargo, estas ideas “entusiasmantes” no son ideas a secas, sino que –para quien las concibe- están cargadas de una misteriosa fuerza, y por eso Dostoyevski las llamó “ideas-sentimiento”, y a su vez Unamuno declaró –en alusión al proceso creador-, que “piensa el sentimiento, siente el pensamiento”… Y quizás en esto consista el secreto de la naturaleza del artista, que es no tener disociada la razón del sentimiento, la idea de la emotividad. Una simple observación lo conmueve. Un acceso sentimental lo preña de fecundos pensamientos. Una nueva idea basta para que las crines de Pegaso se ericen y el escritor meta espuela de oro a su celo procreador…

Aunque el problema de las definiciones tiene siempre sus dificultades, podrías definir, aunque sea de manera provisoria, qué es para ti un cuento.

Un cuento es narrar un hecho ordinario de un modo extraordinario, o bien, un hecho extraordinario de un modo ordinario.

Una definición más completa de esta definición sería: un cuento es narrar un hecho ordinario de un modo extraordinario, ya sea por el tono o estilo con el que se lo relata, o por el particular énfasis que se pone en los detalles y las descripciones. O bien, es narrar un hecho extraordinario de un modo ordinario, es decir, contar una historia sorprendente como si se estuviera hablando del clima, o de bueyes perdidos (en la dimensión desconocida).

Algunos escritores dicen andar libreta en mano a la caza de fragmentos de la realidad que les puedan servir como disparadores para la escritura. Otros afirman que la imagen simplemente llega y ya, está la semilla del cuento. En tu caso ¿cuál es ese momento inicial para la escritura de tus cuentos?

Sin duda no hay fórmulas. En mi caso, cualquier suceso por nimio que sea puede ser motivo de inspiración para la creación de un cuento, y en general es la observación de dos elementos relacionados. Por ejemplo, un pordiosero en una plaza que alimenta a unas palomas (las palomas solas, o el viejo solo, difícilmente me inspiren), o la hoja de un periódico volando por la plaza hasta los pies de un pordiosero. Para la procreación siempre se necesita de dos… y uno se acostumbra a relacionar los hechos de un modo creativo, es decir, mezclándolos de tal modo que juntos den a luz una curiosa y memorable historia. Cuando le preguntaron a Balzac cómo creaba sus personajes literarios dijo: “Muy simple, tomo de la realidad a Juan y a Pedro, los uno, los amaso, y de esa unión saco al ente ficticio Ricardo”.

En esa biblioteca de preferencias que todos tenemos, parafraseando a Borges, ¿cuáles son esos diez cuentos memorables que no podemos dejar de leer?

  1. El Inmortal (Borges).
  2. El hijo (Quiroga)
  3. Tsei-La (Villiers de L´Isle Adam).
  4. La Pata de Mono (Jacobs)
  5. El Brujo Postergado (El Conde Lucanor)
  6. Un Mensaje Imperial (Kafka)
  7. Felicidad Clandestina (Clarice Lispector)
  8. La Cabellera (Maupassant)
  9. David Swan (N. Hawthorne).
  10.  La honradez de Israel Gow (Chesterton).

He leído en alguna parte que Roberto Arlt no era lo que se dice un buen escritor, incluso, se afirma que escribía mal; sin embargo, qué cuentos los suyos, cómo nos llegan hasta el fondo. ¿Cómo es posible eso? En tu caso ¿en qué te fijas a la hora de juzgar el mérito de un buen cuento?

Sólo en el hecho de que me haya atrapado, por el argumento, o por la forma de ser contado.

La idea del libro de cuentos “redondo” es casi un espejismo, una ilusión. Leemos en algún libro un buen cuento y de repente, el siguiente, ya no nos gusta tanto. Podrías indicarnos cuáles son esos diez libros de cuentos redondos, en el que ninguna pieza falla.

  1. El Aleph (Borges).
  2. Historias de la Antigüedad (Conan Doyle)
  3. Figuras Humanas (Papini).
  4. Platero y Yo (Juan Ramón Jiménez)
  5. Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte (Horacio Quiroga).
  6. Cuentos de Soldados y Civiles (Ambrose Bierce).
  7. Cuentos Apócrifos (Karel Capek).
  8. El beso y otros cuentos (o cualquier antología de cuentos de Chéjov, porque es un autor parejo en todos sus relatos).
  9. Cuentos Crueles (Villiers de L´Isle Adam)
  10. Narraciones Extraordinarias (Edgar Allan Poe).

Un problema con los cuentos es la poca difusión, la poca circulación, como si pareciera que un cuentista no es digno de habitar en el canon literario. ¿A qué crees que se deba esa especie de paternalismo de la novela sobre el cuento?

Baroja dijo que toda novela es un cuento hinchado, pero no creo que esto sea así. Tampoco es válido decir que un cuento sea una novela comprimida. Cada género tiene sus propias virtudes y cualidades específicas. La novela nos evade de la realidad por más tiempo, y al ser un género de largo aliento, es capaz de imitar a la vida en su complejidad de un modo más fidedigno: entran más personajes en juego (como en la vida real), y la trama puede ser más variada e intrincada que la de un relato breve. El teatro del mundo se representa mejor en el escenario de la novela.

Pero también, la novela es un mejor paliativo para la soledad, porque al contener una historia que requiere varios días de lectura, mientras ésta dura, tenemos la grata sensación de que “alguien” nos espera para ofrecernos una conversación interesante.

Mientras que el cuento es un género más… ¿Deberé decir “exquisito”? Bueno, esto depende de qué cuentista se trate. Es un género ideal para los buscadores de originales invenciones o de sofisticados regocijos intelectuales. Pero también, es el género de los ansiosos y de los que buscan el deslumbramiento del relámpago o la sacudida del trueno. Más que un viaje es un salto de garrocha. Más que un banquete es una delicatessen. Más que un laberinto es un corredor estrecho. Más que una acción sobre un escenario, es el sueño de un actor entre bambalinas. Más que una visión es un guiño. Más que una historia es… una anécdota.

Podrías plantear, otra vez de manera provisoria, una especie de decálogo personal del género.

  1. No busques una historia. Deja que ella te salga al encuentro. Sólo mantente curioso y atento.
  2. No tardes en poner manos a la obra. Cualquier momento es propicio para echar a correr la pluma. Contra toda lógica, el sentimiento de aridez es el ideal para dar inicio a la creación. Todo vacío está hambriento de ser llenado.
  3. Si diste inicio a la escritura de un relato, no lo sueltes hasta terminarlo. Las  novelas se mueren de hastío. Los cuentos, por enfriamiento.

En el momento de la escritura parece existir una especie de pulso con el tema para decidir entre el cuento y la novela. ¿Cómo sabes tú que el tema que tienes entre manos da para un cuento, por ejemplo, y no para una novela?

Sé que el tema es para un cuento porque cuando se me ocurre una idea para escribir un relato breve simultáneamente me figuro el final de la historia. Más aún, con frecuencia pienso de atrás hacia delante: tengo un final para un cuento, y a partir de ahí se me revela la historia. Voy de la copa a la raíz. En cambio, el tema para una novela germina en mí de un modo natural: de la semilla a la raíz, de la raíz al tronco, del tronco a la copa, y de la copa… a la celebración por el hallazgo de un final apropiado.

¿Podrías sugerirnos diez pequeñas ideas para que los jóvenes cuentistas se ejerciten en la escritura de cuentos?

  1. Tener un cuaderno de “bocetos literarios”.
  2. Contar sucesos ordinarios: un hombre que cruza un umbral; una mujer tejiendo, un niño subiéndose a un naranjo, una mujer paseando a un perrito (¡y viva Chéjov!).
  3. Soltarse a contar anécdotas en grupos de amigos.
  4. Tomar un cuadro o un dibujo, y escribir a partir de la sugestión de lo que veo.
  5. Irse a un bar. Elegir al azar a alguien que pasa por la calle, o que está sentado a una mesa. Y tomarlo de protagonista de un relato.
  6. Leer el cuento de un escritor célebre y hacer variaciones de esa historia.
  7. Tomar registro de los propios sueños.
  8. Estrenar un cuaderno para anotar historias que oímos alguna vez y nos impresionaron.
  9. Escribir una primera obra con un título semejante a “Cuentos absurdos y sinsentido”, “Relatos delirantes”, o “Cuentos para todos y para nadie”… para así librarse del orgulloso, inseguro y estéril perfeccionismo, del innecesario interés por la opinión ajena, y de la suposición paralizante de que el trabajo creador tiene más de racional que de visceral.
  10.  Leer… leer… leer… vivir la vida que otros soñaron.