CreatividadClaves a tener en cuenta en la creación fluida de un relato  

  1. 1.     Ver y no pensar.

Escribir (o pintar, o esculpir) es describir (lo que se ve o imagina). Es visualizar y no pensar. Cuando uno se traba es porque dejó de “ver”. Crear es soñar despierto. Es abstraerse. Es ver pasar delante de los ojos, o dentro de la mente. Es plasmar las imágenes ensoñadas en el momento de la expresión.  

  1. 2.    Leitmotiv.

Pero lo que uno imagina o sueña despierto (recuerdo-experiencia-anécdota-historia inventada), es importante que posea un núcleo emotivo. Que “me toque”, que me mueva. Que no sea algo abstracto que me es indiferente. No se abstrae el artista para evadirse (para abstraerse) sino para ir más hondo (no más lejos). Leit-motiv es idea-fuerza. El término proviene del alemán leiten (guiar) y motiv (motivo) y fue utilizado por primera vez a propósito de una ópera de Carl María Von Weber, es el motivo que guía. El motivo es lo que mueve o motiva, porque entusiasma, porque inspira, porque acicatea. Antes de ensoñar y de plasmar, hay que dar con esta idea-fuerza. Es dar con el motivo emocionante, movilizante (valga la redundancia), que me guiará a lo largo de la creación de una obra. De lo contrario, dicha obra será superflua y sin sangre. Trivial y no artística. Construida y no creada (o inventada).

 

 

 

  1. 3.    Fluidez.

Crear es dejar fluir. Sin fluidez no hay creación sino construcción. El creador no controla. No especula. Sino que se vuelca. Se sorprende de lo que sale de él mismo. Para esto, es crucial el ritmo y la velocidad. Hay que crear con ritmo constante. Quien se dispone a plasmar una obra, debe primero imaginar, soñar despierto, hasta dar con el leitmotiv que lo moverá a crear desde el corazón y no desde la razón fría y raciocinante. Pero para que la razón no nos dé alcance, es crucial lanzarse a crear como quien se deja caer por una pendiente resbaladiza sin posibilidad de detenerse. “Sin prisa pero sin pausa”, fue el lema de Goethe. Velocidad crucero (constante y uniforme), sin esfuerzo, pero sin pausa: (velocidad crucero era un lenguaje marítimo, creado para describir la velocidad media que llevaban los buques en mar abierto, disminuyendo el roce continuo de la marejada sobre la estructura del barco, que llegaban a alcanzar una velocidad crucero de los 80 km /hora, sufriendo los esfuerzos mínimos en el viaje, que es la velocidad que “cruza” su ruta, así es el nombre de velocidad crucero).

En la escritura. Utilizar frases cortas ayuda a esta fluidez.

Y la condición esencial para no cortar el fluir de la conciencia (o del inconsciente, da igual)… es NO DETENERSE A LEER LO QUE UNO ACABA DE ESCRIBIR. Resistir esta tentación es uno de los secretos de la creación artística en todas sus formas.

 

 

 

  1. 4.    Irresponsabilidad lúdica.

 

Paradójicamente, al revés de la mayoría de las acciones humanas importantes, la creación exige una buena dosis de irresponsabilidad. Quien se dispone a crear brega por recobrar las potencias perdidas de la infancia: despreocupación, juego, espontaneidad, liviandad, alegría, irracionalidad. “Recuerdo muy bien el día que concluyó mi educación y entré al colegio”, escribió con ironía Mark Twain. El camino hacia la adultez es un camino necesario, pero llega un momento en el que hay que recobrar las virtudes de la infancia. Nietzsche habló de tres etapas del vivir, simbolizadas por: el camello (etapa del deber ser), el león (etapa de la rebeldía) el niño (etapa de la liviandad recobrada).

No hay que crear pensando en la aprobación de los demás. No hay que pensar en “hacerlo bien”, sino sólo en hacerlo. Si sale bien, en buena hora. De lo contrario, ya habrá otra oportunidad. Humilde despreocupación por el resultado. Alegre irresponsabilidad infantil. Confiado salto creativo y liberador.

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