Mutación

Pastor claro y airoso que apacienta sus versos
con un manto en la aurora de rocío de fuego
y un cayado de encina que se quiebra… ¡jamás!
Eso yo quiero ser.

Pero un lobo alunado de andar siempre en acecho
con las fauces manantes y el corazón en celo
que alimenta su hambre con pasturas… ¡jamás!
¡Eso no quiero ser!

Valle lúcido y plácido de prolíficos ecos
que las voces sensibles perpetúa en su seno
tal a un coro de trinos que no cesa jamás…
Eso yo quiero ser.

Pero un vil esperpento y un muñeco de estopa
y un espantapoetas con las pupilas rojas
que los soles no ciegan ni han de hacerlo jamás…
¡Eso no quiero ser!

Hoja gótica y pura del sensitivo muérdago
que la belleza eriza con su místico fuego
y es una verde chispa que no estalla jamás…
Eso yo quiero ser.

Pero un simio que piensa y un filósofo autómata
con el seño oprimido por teorías sin monta
y el corazón en sístole que no late jamás…
¡Eso no quiero ser!

Hombre íntegro y vivo al que un río desborda,
la pasión electriza y la plegaria ahonda
porque habita verdades que no mienten jamás…
Eso yo quiero ser.

Pero un mago de engaños con su vara maldita
que al amor lo trastroca en diabólica insidia
y a la palabra siempre la transforma en “¡jamás!”…
Eso no quiero ser…
¡Eso no quiero ser!…

Solitario poeta que en la aurora cavila,
por la tarde pasea su emoción pensativa
y en la noche reniega de su estro… ¡jamás!
Eso yo quiero ser.
Eso yo quiero ser.
¡Eso yo quiero ser!…

El Colibrí

Sorbe el néctar del día con la aguja del pico
extasiado en la eterna plenitud del instante,
y en la savia sapiente de las flores abreva
la verdad de que todo ya cumplió su destino.

Él lo sabe pues vuela hacia atrás en el aire
remontando el decurso de los años ya idos
y contempla a los soles cómo lívidos caen
en el lecho de sombra en que hubieron nacido.

Es por esto que agita velozmente las alas
sacudiéndose el polvo sideral de los siglos
mientras lúcido vibra de emoción en la tarde
cual si el pecho algún ángel se lo hubiera tañido.

Ven y clávate hondo en mi rojo costado
hoy que pendo del leño del dolor como un Cristo,
y retórname ileso al jardín del pasado
en que libre volaba, colibrí, sobre el tiempo.

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