En la Palma de Dios

Cierra Señor la mano en que la efigie
de arcilla de mi ser se contornea
en ciega convulsión, medrosa y triste,
porque hoy la palma de tu amor la espeja.

En vano el alma híncase ovillada
en el pálido cielo de tu diestra
si el llanto agudo del dolor no empaña
el ala blanca de tu mano abierta.

En blando gesto de perdón ya pliega
la fina pluma de abnegado vuelo
con que me reflejas…

Hasta el día final en que en la estrella
de tu pupila, vertical océano,
mirándome te vea.