El Ciprés
Una creación naciente y sin memoria.
Péguy.

Hiriéndole el costado al firmamento
eres la enhiesta lanza de Longino,
agraciado ciprés, que implora el agua
del mar abovedado del abismo.

Tu cuerpo son dos manos en plegaria
de muy pacientes dedos verdecidos
que han dejado caer la copa vana
que celebra los soles mortecinos.

Nada retienes, por tu ser resbala
la lluvia fina que la sombra vierte
rendida a la puntura de tu calma.

Y estás allí, desmemoriadamente,
de siglo en siglo, y de nada en nada,
nutriéndote del polvo en que te yergues.