Hojas de Muérdago

Homo Sapiens

Homo Sapiens

Somos aún el hombre primitivo de la Era Glacial buscando el fuego que avive las entrañas y que hornee la triste arcilla informe del cerebro.

Somos aún la bestia decidida y terca y abnegada y sin consuelo, que busca el astro azul de una palabra en la nube agitada de su aliento.

Somos esta imposible criatura que escala la pendiente del instinto y sueña con que habrá tal vez un día de divisar la Omega y el Principio.

Somos un nudo al fin de barro inquieto, un corazón golpeando en la espesura con latido brutal… ¡Roja semilla! Que lanzará su roble al...

Descendimiento

Descendimiento

Descenderé a la cima de mí mismo, que es un monte invertido el alma mía que acaba en algún punto del abismo con el que no me atrevo, y me domina.

La altura está en el centro de mi fondo. Habré de despeñarme cuesta arriba con el claro furor vertiginoso de un nuevo rendimiento sin caída.

Mientras me eleve en pos de mi descenso más quieto será el aire y más sonoro, y más blanca también y más sin hielo la nieve sideral de mis cenizas.

Al amor de su fondo se enardezca el carbón estelar que ardió en mi pecho, lo...

Invocación

Invocación

Se me dilata el alma más allá de sus bordes al calor inminente de una presencia alada, y ya no será el ama del silencio la noche cuando el canto dormido de mi adentro se expanda.

La legión del instinto que estranguló mis voces no acalló sin embargo mi oprimida garganta, y ya no dará el ave las más puras canciones cuando el verso que anido bajo el pecho se abra.

Compondré cada cuerda de mi antiguo cordaje y haré trizas el clave de mi nueva cantada, y no ha de haber quien pulse más divinos acordes cuando el cuerpo tañido...

El Ciprés

El Ciprés Una creación naciente y sin memoria. Péguy.

Hiriéndole el costado al firmamento eres la enhiesta lanza de Longino, agraciado ciprés, que implora el agua del mar abovedado del abismo.

Tu cuerpo son dos manos en plegaria de muy pacientes dedos verdecidos que han dejado caer la copa vana que celebra los soles mortecinos.

Nada retienes, por tu ser resbala la lluvia fina que la sombra vierte rendida a la puntura de tu calma.

Y estás allí, desmemoriadamente, de siglo en siglo, y de nada en nada, nutriéndote del polvo en que te yergues.

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