Sara
(Relato de Novilunio)
Nojda echó un puñado de ramas secas en el bracero de la cocina a leña, y cerró la puertecilla de hierro de un puntapié.
-¡Maldita! -gruñó para adentro-, ¡maldita sea!
Con un atizador quitó uno a uno los aros de metal de la hornalla, y una llama verdirroja se alzó ante la mirada helada del viejo montañés; su rostro, amoratado por el vino, se iluminó con un fulgor macabro.
Tomó una sartén, le echó un pan de manteca, y la puso al fuego. Al instante,...